domingo, 8 de febrero de 2009


Recuerdas aquel tiempo en que oler una rosa, una rosa tan sólo, ni siquiera perfecta,te arrancaba las lágrimas?

Te acercabas despacioal rosal preferido y, a resguardo del mundo, como quien lleva dentro el tesoro más hondopodías estar horas a su lado esperandosin atreverte apenas a confesar tu dicha,sabedor de que nadie te igualaba en fortuna.

Ibas buscando ávido los temblores simbólicos, la estrella que caía de lo negro en lo negro,o sus ojos oscuros o el ruido que en la nochetrenzaban los insectos en el astro bombillamientras de la majada volvían los acordestruncos de las esquilas a su caja de música, todo lo que temblando nacía o se acostaba.


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